domingo, 5 de febrero de 2012

LA PIEL

La piel es esencialmente la cubierta o envoltura exterior del organismo que funciona de manera permanente y que cumple dos importantísimas misiones, la de relacionarnos con el mundo exterior y la de protegernos de las agresiones de ese propio mundo. Nos envuelve y nos protege; nos separa y nos pone en contacto con el entorno.

En cuanto a la función de relación, en ella se encuentra uno de los sentidos que tenemos más desarrollados, el tacto. La piel es la encargada de recibir los estímulos del exterior a través de las terminaciones nerviosas que se sitúan en ella y de ahí se dirigen al cerebelo que nos dice como debemos reaccionar. Cada centímetro cuadrado de piel contiene unos cinco mil receptores sensitivos. La piel es la primera responsable de que sintamos una caricia o de que notemos el calor producido por el fuego o el frío de la nieve. Pero también la piel es el espejo de los sentimientos y emociones interiores. Ponernos rojos porque algo nos da vergüenza, "tener la piel de gallina" o sudar por algo que nos produce miedo, son algunas de las muchas respuestas emocionales que se ponen de manifiesto a través de la piel. Por este motivo, no es de extrañar que este órgano constituya una pieza clave en la imagen exterior de una persona. Más aún, la piel cumple otras funciones sociales. Es necesario que la piel, y muy especialmente la descubierta, ofrezca un aspecto sano y cuidado.

La piel posee otras funciones básicas para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. Tiene una función protectora, ya que es capaz de seleccionar lo que resulta dañino para el organismo y lo que, por el contrario, es beneficioso para nosotros. Esto se consigue gracias a su disposición de barrera que impide la entrada de sustancias nocivas (millones de bacterias que viven sobre ella, cuerpos extraños y, en parte, radiaciones solares perjudiciales) y a un sistema inmunológico propio. Además tiene una función reguladora del metabolismo: impide la salida de sustancias (líquidos y células) imprescindibles para nuestro organismo, regula la temperatura corporal protegiéndonos de los cambios de temperatura ambiental (tanto del frío como del calor) y transforma los rayos del sol en vitamina D (vitamina necesaria para el buen estado de nuestros huesos).

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